Si nuestros deseos son imposibles seremos un misterio
Bandera negra con letras blancas en alguna marcha en la ciudad de Buenos Aires
¿Hay un cine cuir?
Pregunta incómoda ante la cual la buena conciencia quiere decir: Sí, hay. Y discursar rápidamente repitiendo palabras como visibilidad, cupo, representación. Otrxs preferimos rumiar en esa pregunta sin llegar a respuestas ni conclusiones acabadas.
Queer -o cuir, o kuir- es una palabra nacida en el Norte global para expresar una amplitud de posibilidades de identificación de género y sexual corridas del sistema sexo-género binario y heterosexual. Queer también nace en oposición a la denominación gay -cuya traducción está asociada a “feliz”- absorbida rápidamente por corrientes neoliberales, empresas y gobiernos. “Cuir” -como “puto”, “marica”, “torta”- es en su origen un insulto y en el presente y futuro un gesto de resistencia. Nombrarse a unx mismx con estas palabras en ciertos contextos es una provocación. Y esta provocación es una respuesta y una defensa frente a las formas del poder que se dedican a producir closets, que históricamente han hecho de las desviaciones sexuales algo de lo que avergonzarse y de las identidades entes fantasmagóricos o motivos de burla.
Pero la provocación tiene su revés en los peligros de la institucionalización. Esto no pretende señalar a ningún individuo o colectivo en particular, sencillamente advertir los modos en los cuales los ideales de igualdad, con ínfulas moralistas, toman cuerpo en los espacios oficiales reproduciendo jerarquías y relaciones de poder. En definitiva, adaptándose a estructuras que reproducen la opresión y la explotación. Así, en un abrir y cerrar de ojos, habilitamos, por ejemplo, a la policía trans. O, sin ir más lejos, se crean espacios y colectivos que reproducen las mismas estructuras de poder de las que pretendían huir. Por eso el mes de Junio, a casi 53 años de la revuelta de Stonewall, siempre es un buen momento para recordar a la militante travesti Sylvia Rivera vociferando frente a una marcha de miles de personas, poniéndonos en alerta sobre los giros liberaloides que pueden tomar los movimientos combativos de la diversidad sexual.
Bandera negra con letras blancas en alguna marcha en la ciudad de Buenos Aires
¿Hay un cine cuir?
Pregunta incómoda ante la cual la buena conciencia quiere decir: Sí, hay. Y discursar rápidamente repitiendo palabras como visibilidad, cupo, representación. Otrxs preferimos rumiar en esa pregunta sin llegar a respuestas ni conclusiones acabadas.
Queer -o cuir, o kuir- es una palabra nacida en el Norte global para expresar una amplitud de posibilidades de identificación de género y sexual corridas del sistema sexo-género binario y heterosexual. Queer también nace en oposición a la denominación gay -cuya traducción está asociada a “feliz”- absorbida rápidamente por corrientes neoliberales, empresas y gobiernos. “Cuir” -como “puto”, “marica”, “torta”- es en su origen un insulto y en el presente y futuro un gesto de resistencia. Nombrarse a unx mismx con estas palabras en ciertos contextos es una provocación. Y esta provocación es una respuesta y una defensa frente a las formas del poder que se dedican a producir closets, que históricamente han hecho de las desviaciones sexuales algo de lo que avergonzarse y de las identidades entes fantasmagóricos o motivos de burla.
Pero la provocación tiene su revés en los peligros de la institucionalización. Esto no pretende señalar a ningún individuo o colectivo en particular, sencillamente advertir los modos en los cuales los ideales de igualdad, con ínfulas moralistas, toman cuerpo en los espacios oficiales reproduciendo jerarquías y relaciones de poder. En definitiva, adaptándose a estructuras que reproducen la opresión y la explotación. Así, en un abrir y cerrar de ojos, habilitamos, por ejemplo, a la policía trans. O, sin ir más lejos, se crean espacios y colectivos que reproducen las mismas estructuras de poder de las que pretendían huir. Por eso el mes de Junio, a casi 53 años de la revuelta de Stonewall, siempre es un buen momento para recordar a la militante travesti Sylvia Rivera vociferando frente a una marcha de miles de personas, poniéndonos en alerta sobre los giros liberaloides que pueden tomar los movimientos combativos de la diversidad sexual.