En el cine, los animales no-humanos estuvieron ahí desde los orígenes: antes de la invención del cinematógrafo, fueron co-responsables de la creación de la cronofotografía. Corría el año 1878 cuando Edward Muybridge fotografió su famosa secuencia del caballo galopando, con el objetivo de comprobar si en algún momento el animal mantenía sus cuatro patas en el aire. La comunidad científica se llevó una sorpresa y hasta blasfemó cuando descubrieron que, efectivamente, la cámara era capaz de ver más allá del ojo humano, dando a luz la imagen ensoñada de un caballo volador.